12/07/2024
En el complejo entramado de la sociedad contemporánea, las instituciones que históricamente moldearon nuestra experiencia, como la escuela y la familia, enfrentan desafíos sin precedentes. Pareciera que las bases sólidas sobre las que se asentaban se han vuelto inciertas, creando un escenario donde lo que se espera de ellas choca dramáticamente con la realidad que se presenta día a día. Ya no podemos simplemente dar por sentados los supuestos sobre los sujetos que las habitan, ni sobre el entorno que las rodea. Esta brecha, esta distancia abismal entre lo supuesto y lo real, nos obliga a repensar el papel y la naturaleza misma de estos espacios formativos y de convivencia.

Tradicionalmente, la institución escolar, al igual que otras estructuras sociales de la era del Estado-nación, se construyó sobre una serie de presuposiciones fundamentales. Se daba por hecho que el alumno llegaba con ciertas condiciones previas: bien alimentado, con saberes básicos, con una subjetividad moldeada por una familia que cumplía su rol instituyente. La escuela, a su vez, continuaba esta labor, produciendo al futuro ciudadano, un sujeto de conciencia, racional y capaz de ser representado. La infancia misma era una institución, un concepto sólido de fragilidad e inocencia que requería amparo y educación, proyectado siempre hacia el futuro, hacia el 'hombre del mañana'. Estas estructuras eran vistas como sólidas, estables, ancladas en un territorio definido, donde las conexiones entre los individuos (docente-alumno, padre-hijo) estaban mediadas y garantizadas por la propia solidez del andamiaje institucional.
Sin embargo, el texto que nos inspira postula un cambio radical en esta lógica. Sugiere que hemos pasado de una era de la solidez, representada por el Estado y sus instituciones, a una era de la fluidez, marcada por la lógica del mercado. En este nuevo paradigma, lo que fluye (capitales, información, imágenes) tiene primacía sobre lo que se consolida. Las antiguas estructuras pierden su capacidad de aglutinar y dar sentido. Las conexiones entre personas ya no están dadas de antemano por un sistema, sino que son contingentes, efímeras, y deben ser constantemente creadas y mantenidas mediante operaciones activas. Un vínculo, ya sea familiar o educativo, no se sostiene por una estructura inamovible, sino por el trabajo permanente de cuidarlo. Y lo que es más desafiante, las operaciones necesarias para mantener esos vínculos cambian constantemente, ya que el medio mismo es fluido e impredecible.
Es en este contexto de fluidez y destitución institucional donde emerge la metáfora del galpón. ¿Qué significa que una escuela sea un galpón? No es una descripción literal de su arquitectura, sino una potente imagen para nombrar la situación de aquellos espacios que han perdido su 'sentido institucional'. Un galpón es un recinto cuya materialidad carece de dignidad simbólica inherente. Representa una aglomeración de materia humana sin una tarea compartida, sin una significación colectiva que la trascienda. Son los ladrillos, las paredes, un reglamento que quizás existe en papel, pero que no logra ordenar la realidad que acontece en su interior. La metáfora del galpón describe lo que queda de la institución cuando sus supuestos se desmoronan y su capacidad de producir el sujeto que esperaba se agota. Es un espacio despojado de su potencia instituyente, donde la subjetividad requerida para habitarlo simplemente no está forjada por el entorno.
En una escuela concebida como galpón, las paredes no definen un interior protegido y distinto del exterior. La violencia, la precariedad, las condiciones del entorno no se quedan afuera; atraviesan los muros y se manifiestan dentro del aula. El ejemplo planteado en el texto, donde los chicos van armados a la escuela, ilustra esta situación de manera cruda. La institución escolar clásica supone al alumno desarmado. Pero si para esos chicos, ir armado es una de las pocas maneras de 'llegar enteros' a la escuela, entonces la condición 'armado' es inseparable de la condición 'alumno' en esa realidad particular. La institución, desde su lógica formal, no puede procesar esta contradicción; sus supuestos impiden habitar esa situación.
Aquí es donde entra en juego el papel crucial de los agentes institucionales: los docentes, directivos, psicopedagogos, y todos aquellos que trabajan en el ámbito educativo. Si la institución ya no puede sostenerse en sus supuestos ni producir por sí sola la subjetividad que la habita, son los agentes quienes deben *inventar*. Deben crear operaciones que permitan hacer habitable la situación dada, por muy adversa que sea. El ejemplo del 'armero' en la escuela donde los chicos llegaban armados es una de esas operaciones inventadas. Es una acción problemática desde la lógica institucional tradicional (¿una escuela repartiendo armas a la salida?), pero que, en ese contexto de galpón, logra un efecto fundamental: crea una distinción entre el interior y el exterior, instala *algo* de escuela donde no lo había, funda un espacio habitable, aunque sea precariamente y por un tiempo limitado.
Esta invención de operaciones es lo que permite que, sobre los restos de las instituciones destituidas, se pueda instalar algo nuevo. Ya no se trata de aplicar un reglamento o un programa preestablecido (la lógica de la institución sólida), sino de leer la situación particular (la lógica de la fluidez y el galpón) y responder a ella con creatividad y trabajo artesanal. El desafío para los agentes es enorme y, como señala el texto, seguramente angustiante, porque exige pensar constantemente, des-suponer lo que 'debería ser' para poder operar con lo que 'hay'.
La destitución de las instituciones productoras de infancia tiene una consecuencia directa en la percepción y la realidad de los niños. Ya no hablamos de la 'infancia' como una categoría abstracta, tutelada, proyectada hacia el futuro ciudadano. Hablamos de 'chicos', seres que son puro presente para la lógica del mercado (como consumidores o excluidos). Estos 'chicos' de hoy no están anclados a estructuras sólidas; están inmersos en la fluidez, pensando, sintiendo, tan frágiles y ocurrentes como los adultos que los rodean. La era de la fluidez nos presenta chicos frágiles conviviendo con adultos frágiles, sin la mediación de instituciones de amparo sólidas que se suponga que proveerán la consistencia necesaria.
En este escenario, los vínculos, incluidas las relaciones familiares y educativas, cambian de cualidad. Ya no se basan en un andamiaje estructural preestablecido (como el sistema de parentesco tradicional), sino en las 'relaciones de parentesco' efectivas, en lo que las personas *hacen*, en cómo se eligen, se cuidan y se sostienen mutuamente en la fluidez. La tarea de vincularse se vuelve un trabajo constante, sin garantías, que exige cuidado permanente. La conexión entre dos puntos (un docente y un alumno, un padre y un hijo) no es un dado estructural, sino el resultado de operaciones continuas y contingentes.

Pensar desde la perspectiva del galpón y la fluidez implica un cambio de mentalidad radical. Significa dejar de lado la nostalgia por la institución sólida que ya no está y concentrarse en la ardua pero necesaria tarea de leer la situación presente. Si nos empeñamos en suponer cómo debería ser una escuela ideal, no logramos ver ni operar con lo que hay. Si partimos de la situación dada, por caótica que parezca, abrimos la posibilidad de pensar y de inventar operaciones que permitan crear un mínimo de cohesión, un 'remanso' en el medio fluido, evitando la dispersión y el choque.
En última instancia, la metáfora del galpón nos confronta con la realidad de que las situaciones educativas y de crianza hoy se arman, cada vez más, en una relación directa 'entre dos', sin la mediación sólida de un 'tercero' (la institución Estado, Familia, Escuela como entes dados y garantizados). Si el agente (docente, padre) opera bajo la suposición de que la institución (el Distrito Escolar, la Familia 'ideal') debería resolver la situación, termina abandonando al otro (el chico) y a sí mismo, al no construirse en el vínculo real. La tarea se vuelve artesanal, angustiante, exigiendo de ambos lados (adulto y chico) una fragilidad compartida y un esfuerzo mutuo por tramar consistencias y cohesiones en la fluidez del presente.
Preguntas Frecuentes sobre la Metáfora del Galpón en Educación:
¿Qué es la metáfora del galpón aplicada a la escuela?
Es una forma de describir una escuela (o cualquier institución) que ha perdido su sentido y capacidad de dar forma a la subjetividad, quedando reducida a un espacio físico con reglas que no logran ordenar la realidad que acontece dentro. Representa la brecha entre los supuestos institucionales y la realidad de los sujetos que la habitan.
¿Por qué se utiliza esta metáfora hoy en día?
Se utiliza para señalar la crisis de las instituciones tradicionales en un contexto social de fluidez, donde las estructuras sólidas del pasado (como las del Estado-nación) ya no logran contener ni dar sentido a las situaciones complejas, dejando a los agentes la tarea de inventar formas de habitar esos espacios.
¿Cuál es el papel del agente educativo (docente, directivo) en una escuela galpón?
Su papel es crucial y activo. No pueden simplemente aplicar normas o currículos basados en supuestos que ya no se cumplen. Deben convertirse en inventores de operaciones que permitan crear sentido, vínculos y un mínimo de orden *dentro* de la situación dada, por fuera de las garantías que antes ofrecía la institución sólida.
¿Cómo cambia la relación entre adulto y niño en este contexto?
La relación pasa de estar mediada por un 'tercero' sólido (la institución que definía roles y expectativas) a ser una relación más directa 'entre dos' individuos (adulto y niño) que comparten la fragilidad y deben construir el vínculo y la consistencia de manera mutua y artesanal.
¿La metáfora del galpón implica que la escuela ha fracasado?
No necesariamente un fracaso total, sino una transformación radical. Señala que la escuela, tal como la conocimos, ya no opera bajo los mismos principios. El desafío no es restaurar el pasado, sino reconocer la nueva realidad (el galpón) y encontrar formas de instalar *algo* de escuela a través de la invención y el trabajo situado de los agentes.
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