21/03/2025
El feminismo académico representa un hito crucial en la historia de los estudios de género y de las mujeres dentro de las instituciones de educación superior. Se define, según la filósofa argentina María Luisa Femenías, como el surgimiento de programas universitarios con perspectiva feminista y la participación de académicas comprometidas en promover los Estudios de la Mujer mediante reformas curriculares. Este movimiento no solo busca integrar una nueva área de conocimiento, sino que también interpela el estatuto tradicional y supuestamente neutral del saber universitario, proponiendo una mirada crítica sobre cómo se ha construido el conocimiento y el lugar que en él han ocupado las mujeres.

La institucionalización del feminismo en el ámbito universitario ha sido un proceso complejo y lleno de desafíos. Uno de los casos más significativos en América Latina ocurrió en Argentina durante los años ochenta, tras la recuperación de la democracia. En este contexto de efervescencia social y modernización universitaria, emergió una experiencia pionera: la Carrera de Especialización Interdisciplinaria en Estudios de la Mujer (CEIEM) en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
- Los Orígenes del Feminismo Académico en Argentina
- Estructura y Propósitos de la CEIEM
- El Perfil de las Estudiantes y la Deserción
- Apuestas y Límites de la Interdisciplinariedad
- Los Grupos de Reflexión: Entre la Horizontalidad y la Jerarquía Académica
- Preguntas Frecuentes sobre el Feminismo Académico
- Conclusiones
Los Orígenes del Feminismo Académico en Argentina
La creación de la CEIEM en 1987 se inscribe en una tendencia regional de crecimiento de los Estudios de la Mujer, influenciada por los women's studies de países anglosajones. Sin embargo, en Latinoamérica, estos estudios adquirieron particularidades propias, a menudo articulándose con teorías como la de la dependencia. La década de 1970 vio un aumento de iniciativas en centros privados y ONG, impulsadas por eventos como el Año Internacional de la Mujer en 1975. Los años ochenta marcan un fuerte proceso de institucionalización en universidades públicas de países como México, Brasil y Venezuela, sentando precedentes para Argentina.
El retorno a la democracia en 1983 en Argentina creó un clima propicio para la problematización de aspectos de la vida personal que antes no tenían visibilidad pública. Cambios legales importantes en salud reproductiva, patria potestad y divorcio, junto con la creación de la Subsecretaría de la Mujer, reflejaron y a la vez impulsaron las demandas de los movimientos de mujeres y el feminismo. En este escenario, la participación dentro de las universidades y el Estado se presentó como un desafío clave para el feminismo de la época, que buscaba diversificar sus estrategias más allá de los grupos de base.
La CEIEM, aunque no estaba inicialmente prevista en el proyecto institucional de la recién fundada Facultad de Psicología de la UBA (1985), encontró en este contexto de modernización y apertura las condiciones para su creación. El impulso provino de un grupo de psicólogas y psicoanalistas, muchas de ellas con experiencia previa en la ONG Centro de Estudios de la Mujer (CEM). Psicólogas como Gloria Bonder y Cristina Zurutuza, junto a la psicoanalista Irene Meler, ya habían dictado cursos de posgrado sobre la construcción social del género sexual. Ana María Fernández introdujo una materia optativa de Estudios de la Mujer en la licenciatura. Este grupo fundacional, con una fuerte impronta "psi", constituyó el núcleo docente de la carrera, lo que influiría tanto en su destino institucional como en el perfil de sus primeras estudiantes.
Estructura y Propósitos de la CEIEM
La Carrera de Especialización Interdisciplinaria en Estudios de la Mujer se propuso como un espacio de formación de excelencia. Tenía una carga horaria total de 400 horas, distribuidas en 25 créditos a completar en aproximadamente tres años. La formación se estructuraba en cinco módulos principales, talleres de metodología, pasantías, tutorías y seminarios optativos.
Los módulos temáticos reflejaban las preocupaciones centrales del feminismo de la época, enfocados en visibilizar y problematizar el lugar de las mujeres y las desigualdades de género en distintas esferas sociales. Estos módulos incluían:
- Introducción a los Estudios de la Mujer
- Mujer y Educación
- Mujer y Salud
- Mujer y Familia
- Mujer y Trabajo
Esta estructura recogía el itinerario intelectual de las discusiones feministas de los años setenta y ochenta, centradas en la situación de la mujer (a menudo heterosexual y de clase media), la desigualdad entre los sexos, la dinámica familiar, la división sexual del trabajo y la distinción entre trabajo doméstico y extradoméstico.
El Perfil de las Estudiantes y la Deserción
La CEIEM atrajo a mujeres con perfiles muy diversos, aunque con una notable presencia de psicólogas y psicoanalistas. La primera cohorte, que inició en 1988 con 39 estudiantes, incluía también graduadas de Sociología, Comunicación, Medicina, Agronomía y Arquitectura. Muchas poseían ya una larga trayectoria profesional, académica o activista, algunas con experiencia internacional o de exilio. También había activistas provenientes de ONG o de la flamante Subsecretaría de la Mujer. La selección era rigurosa, a menudo incluyendo entrevistas y revisión de CVs, donde la trayectoria en el activismo feminista era un criterio considerado.
Un rasgo particular de las primeras cohortes fue la predominancia casi exclusiva de mujeres. Aunque hoy pueda parecer obvio en una carrera de Estudios de la Mujer, en aquel contexto se buscaba conscientemente habilitar y potenciar las voces de mujeres en un espacio como el académico, tradicionalmente dominado por varones y donde las mujeres a menudo sentían que sus contribuciones eran menos valoradas o escuchadas. La experiencia de muchas, incluyendo las docentes, venía de contextos donde, a pesar de ser mayoría en matrícula, los espacios de poder y voz pública estaban ocupados por hombres.

A pesar del entusiasmo inicial y la cantidad de inscriptas, la carrera enfrentó una marcada deserción. De la primera cohorte de 39 estudiantes, solo 5 completaron la formación y obtuvieron el título de Especialistas. La segunda cohorte, que comenzó en 1991 con 24 estudiantes, tuvo un patrón similar, con solo 3 egresadas. Una experiencia replicada en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) mostró también una alta tasa de abandono.
La directora de la carrera caracterizó a la primera cohorte como mujeres con sólidos antecedentes, cuyas características “condicionaron profundamente la modalidad de participación en los cursos y el ulterior aprovechamiento de la formación adquirida”. Se hipotetizan diversas razones para esta alta deserción:
- Desajuste entre expectativas y programa: Muchas estudiantes, especialmente las de formación "psi", pudieron encontrar un programa más orientado hacia las ciencias sociales y la sociología, lo que no siempre satisfacía sus expectativas de un enfoque o encuadre diferente.
- Desorganización institucional: Con el correr de los años, la carrera pareció sufrir un declive en su “programa institucional”, con intervalos en el dictado de asignaturas y una menor oferta de seminarios optativos, lo que pudo disminuir su capacidad de interpelación a las estudiantes. El surgimiento de otros espacios de formación y activismo también pudo influir en el desplazamiento de trayectorias.
- Vacíos en la formación: Algunas estudiantes percibieron ausencias disciplinares o temáticas, como la falta de abordaje sistemático de la Historia o los incipientes estudios sobre sexualidades diversas (gay-lésbicos, queer, masculinidades), que ya estaban en debate en otros ámbitos.
- Conflicto con el rol de estudiante: Para mujeres con largas trayectorias profesionales o activistas, asumir el “status de estudiantes” y someterse a lógicas universitarias de transmisión y evaluación, a menudo expositivas y teóricas (diferentes a las dinámicas más horizontales de los grupos feministas), generó tensiones y malestar.
Esta tensión entre la trayectoria previa en el feminismo y la búsqueda de legitimación universitaria, junto con las dinámicas propias de la institución académica, constituyó un punto conflictivo central en el desarrollo de la carrera.
Cohorte | Matrícula Inicial | Egresadas Finales | % Deserción (Aprox.) |
---|---|---|---|
Primera (UBA) | 39 | 5 | 87.18% |
Segunda (UBA) | 24 | 3 | 87.5% |
UNCo | 27 | s.d. (No hay registros de trabajos finales entregados) | >88.89% (al menos hasta último módulo) |
Apuestas y Límites de la Interdisciplinariedad
Un desafío fundamental para la CEIEM fue proponer una formación interdisciplinaria dentro de una institución fuertemente disciplinar como la universidad, y específicamente en una facultad con una marcada impronta en el psicoanálisis. La interdisciplinariedad se intentó abordar a través de varios ejes: la organización temática de los módulos, la participación de académicas extranjeras con perfiles diversos, la heterogeneidad disciplinar (aunque limitada) de las estudiantes y el cuerpo docente.
La inserción de la carrera en el nivel de posgrado ofreció cierta flexibilidad para la experimentación. Se complementaba la formación con seminarios optativos, a menudo dictados por académicas extranjeras de reconocida trayectoria en el campo feminista, aprovechando sus visitas al país. Nombres como Marina Subirats (educación), Carmen Saez Buenaventura (psiquiatría), Franca Pizzini (sociología) o Temma Kaplan (historia) dictaron seminarios, enriqueciendo la formación con perspectivas diversas y provenientes de distintos campos del saber y la acción (académica, gestión estatal, activismo).
Sin embargo, la interdisciplinariedad tuvo sus límites. La fuerte marca disciplinar de la Facultad de Psicología y del grupo fundacional influyó en el enfoque. Aunque se buscaba una apertura a una “visión social y cultural del tema” de la mujer, evitando centrarse “solo en la subjetividad”, algunas áreas del conocimiento quedaron menos representadas. La ausencia de la Historia como disciplina sistemáticamente abordada fue señalada como un vacío por algunas estudiantes, a pesar de la existencia de una incipiente historiografía feminista en el país.
Un intento por interpelar a otras disciplinas y promover la transversalización de la perspectiva de género fue el simposio “Historia y género: pasado y presente” realizado en 1991 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Este evento reunió a académicos y académicas de renombre de diversas áreas, incluyendo la historia, para discutir temas relacionados con las mujeres y el género. Aunque fue un evento significativo externamente, su impacto en la formación interna de la carrera fue limitado, con pocas estudiantes acreditando el seminario asociado.
Los Grupos de Reflexión: Entre la Horizontalidad y la Jerarquía Académica
Un componente innovador de la CEIEM fue la inclusión de grupos de reflexión para las estudiantes. Estos espacios buscaban ofrecer contención, facilitar la comprensión de los contenidos y, fundamentalmente, integrar la experiencia biográfica y vital de las estudiantes como una forma de conocimiento válida, no solo como testimonio o ilustración de teorías preexistentes. La idea era recoger la tradición de los grupos feministas de los años sesenta y setenta, donde la circulación de la palabra y la socialización de experiencias eran centrales para la construcción colectiva del saber y la conciencia.
La entonces directora de la carrera destacó la importancia de estos grupos para analizar la conflictividad que surgía al incursionar en los Estudios de la Mujer, considerando que esta actividad era ineludible para ir más allá de la mera adquisición de nuevos conocimientos y aprovechar la experiencia de las estudiantes como fuente de aprendizaje.

Sin embargo, la implementación de los grupos de reflexión en el marco universitario enfrentó desafíos. La inscripción en una grilla institucional y la mediación de las jerarquías académicas (roles docente/estudiante) entraron en tensión con la pretensión de horizontalidad propia de la tradición feminista. Las entrevistas a participantes sugieren que estos espacios no siempre lograron su propósito. Una docente no recordaba estas experiencias como significativas, mientras que una estudiante se refería a ellos irónicamente como “la clase de música”, aludiendo a algo obligatorio, quizás lúdico, pero percibido como menos relevante que las clases teóricas expositivas, que eran vistas como el núcleo de la formación universitaria legítima.
Esta dificultad para integrar plenamente las lógicas horizontales del activismo con la estructura vertical y jerárquica de la universidad, sumada a las tensiones competitivas y la falta de sororidad que algunas entrevistadas describieron en el ambiente académico ("selva académica", "brujeril"), minaron en parte el clima de la carrera y contribuyeron, junto con la alta deserción y la baja graduación, a su disolución menos de una década después de su inicio.
Preguntas Frecuentes sobre el Feminismo Académico
¿Qué es el feminismo académico?
El feminismo académico se refiere a la incorporación de perspectivas feministas en los programas de estudio e investigación dentro de las universidades. Implica la creación de carreras, posgrados, centros de investigación y cátedras que abordan los Estudios de la Mujer, de género y sexualidades, a menudo con el objetivo de criticar y transformar los campos de conocimiento tradicionales.
¿Qué eran los Estudios de la Mujer?
Los Estudios de la Mujer fueron una de las primeras denominaciones para esta área de conocimiento, surgida en las décadas de 1960 y 1970. Se centraban en analizar la situación, las experiencias y las desigualdades que afectaban a las mujeres en diferentes esferas sociales, económicas, políticas y culturales. Posteriormente, el campo se amplió para incluir los Estudios de Género, que analizan las relaciones entre hombres y mujeres y las construcciones sociales de la masculinidad y la feminidad, y más recientemente, los estudios sobre sexualidades diversas.
¿Por qué fue importante la CEIEM en la Universidad de Buenos Aires?
La CEIEM fue una experiencia pionera en Argentina por ser uno de los primeros programas universitarios de posgrado dedicados a los Estudios de la Mujer en una universidad pública. Marcó un hito al intentar institucionalizar estos saberes y reunir a académicas y activistas para profundizar en el análisis de las problemáticas de género en un contexto post-dictatorial.
¿Cuáles fueron los principales desafíos de la CEIEM?
Entre los desafíos principales se destacaron la dificultad de implementar un enfoque interdisciplinario en una institución disciplinar, la tensión entre las trayectorias previas de las estudiantes (muchas ya profesionales o activistas) y el rol de estudiante, la articulación de las lógicas horizontales de los grupos feministas con las estructuras jerárquicas universitarias, y los conflictos internos que surgieron en el proceso.
¿Por qué hubo una alta deserción en la CEIEM?
Se hipotetiza que la alta deserción se debió a varios factores, incluyendo un posible desajuste entre las expectativas iniciales de las estudiantes y el enfoque del programa, una creciente desorganización institucional con el tiempo, la percepción de vacíos temáticos o disciplinares en la formación, y la dificultad de algunas estudiantes con largas trayectorias en adaptarse al rol y las dinámicas de evaluación y transmisión propias del ámbito universitario.
Conclusiones
La experiencia de la Carrera de Especialización Interdisciplinaria en Estudios de la Mujer en la Universidad de Buenos Aires, a pesar de su carácter fugaz y los desafíos enfrentados (alta deserción, conflictos internos, límites en la interdisciplinariedad, dificultades con los grupos de reflexión), constituyó un momento fundamental en la institucionalización del feminismo académico en Argentina. Permitió visibilizar la necesidad de abordar sistemáticamente las problemáticas de género en el ámbito universitario, sentó bases para futuros desarrollos en los estudios de género y sexualidades, y puso de manifiesto las tensiones inherentes a la incorporación de saberes y lógicas provenientes del activismo y los movimientos sociales en las estructuras académicas tradicionales. Su análisis retrospectivo ofrece puntos de comparación valiosos para comprender otras experiencias de institucionalización del feminismo en las universidades, tanto en Argentina como en la región, y los continuos retos que implica construir espacios educativos más equitativos y conscientes de las desigualdades de género.
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